En su visita a los Estados Unidos la semana pasada, el Presidente de Ucrania Volodímir Zelenski recibió un desaire por parte del Congreso, que es el resultado del desgaste que deriva de la guerra en el Continente Euroasiático, y de la incorporación del tema en el proceso pre electoral que respecto a Presidencia y Congreso, se vive en los EEUU.
Esta lejos el optimismo que reinaba el pasado diciembre en el Congreso de los Estados Unidos, cuando Zelenski habló ante las dos Cámaras reunidas en pleno, en un tono triunfalista que la realidad ha dejado atrás. En esta ocasión Zelenski fue recibido en el edifico del Congreso “por la puerta de atrás”; no le fue dado hablar en el recinto oficial y solo tuvo ocasión de reunirse “a puerta cerrada” con un grupo de Senadores Demócratas a quienes advirtió: “si no recibimos ayuda, perderemos la guerra…” (1).
La Administración Biden creó condiciones que llevaron a la guerra para fortalecer su ajustado triunfo electoral, pero en la antesala de las elecciones del 2024, el apoyo a Zelenski se ha convertido en arma de dos filos; sea que Biden abandone o siga apoyando a su aliado ucraniano, la guerra tendrá un efecto negativo en su intento de reelección. Es pertinente recordar el empeño de los Estados Unidos y sus aliados Europeos de incluir a Ucrania en la Organización del Atlántico Norte, OTAN, a lo que Rusia respondió pidiendo que el territorio de Ucrania se mantuviera libre de misiles de largo alcance, y la falta de atención al respecto, provocó la invasión.
La guerra ha sido un gran negocio para los fabricantes de armas y las empresas productoras de energía que tan solo en los primeros siete meses del conflicto, obtuvieron ganancias adicionales de 420 mil millones de Euros, con motivo del alza de los precios de los energéticos (2) y lo que es peor, a costa de la sangre y el sufrimiento de los ucranianos. Por ello y a pesar de la opacidad que impera en el tema, los cálculos del costo de la guerra en ayuda a Ucrania se calcula en 100 mil millones de euros, lo que implica un promedio de 230 millones de dólares diarios que al fin y al cabo, pagan los consumidores europeos con el solo aumento en sus recibos de gas, electricidad y gasolina (3).
En estos días la guerra afecta a los aliados de Kiev, porque al no salir el trigo ucraniano a otros mercados por el Mar Negro, a resultas de la invasión, el grano ingresa al mercado Europeo causando la caída de los precios de los cereales en perjuicio de los agricultores de Polonia y otros países. El Gobierno Polaco anunció que por este motivo dejará de dar armas a Ucrania, lo que ha generado una batalla diplomática en la que Zelenski y acusa de traición a la Nación Polaca, por lo que el Presidente de Polonia Mateusz Morawieck advierte a Zelenski: “Nunca más vuelva a insultar a los Polacos…” (4).
Lo más lamentable es que ni Estados Unidos, ni Europa, ni la Organización de las Naciones Unidas han movido un dedo en pro de una paz negociada, cuya búsqueda han pedido con insistencia el Papa Francisco y algunos países pero esas voces, lejos de ser escuchadas, son consideradas sospechosas, como si se tratara de una traición a occidente.
Es lógico suponer que la aventura bélica que empezó por cálculo político y como negocio lucrativo, ante los riesgos electorales para la causa de Biden y su alto costo económico, vaya a terminar por los mismos motivos por los cuales empezó pero a la inversa es decir, porque la guerra ya no es políticamente útil y porque dejó de ser negocio.
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