La iniciativa del Gobierno de México para promover la Música por la Paz y contra las Adicciones, es una convocatoria de la presidenta Claudia Sheinbaum dirigida a la sociedad mexicana en ambos lados de la frontera con los Estados Unidos, para que ocupe los espacios creativos que por derecho le corresponden, que en la actualidad están en poder del crimen organizado (1).
La idea surge en torno al debate respecto al modo de enfrentar el avance de la contra cultura narco que invade cada vez más la mente y la vida de muchos mexicanos a través del entretenimiento, como es el caso de las series de televisión o los corridos difundidos por cantantes y grupos musicales. En esos espacios se hace una apología del crimen, al exaltar personajes y hechos violentos que se erigen en patrones de conducta a imitar, y como modus vivendi que busca el acceso fácil al poder y al dinero, así sean efímeros, bajo el principio narco según el cual “primero muerto que pobre…”.
El reto es fuerte porque la mentalidad postmoderna no admite prohibiciones ni límite alguno a la conducta propia y por ende, un plan de gobierno que censure un género musical en específico se considera no solo políticamente incorrecto sino inaceptable y hasta inútil, lo que deja espacios de maniobra muy reducidos, y nos lleva a concluir que sin apoyo social el gobierno no puede solo. Lo anterior sea dicho en palabras atribuidas a Napoleón que al referirse a los excesos en la Época del Terror durante la Revolución Francesa, en traducción libre sentenció: Un pueblo sin madre es ingobernable.
Lo expuesto viene a cuento en virtud de lo que pasó la semana pasada en el Palenque de la Feria del Caballo en Texcoco, cuando el público exigió al cantante que entonara un narco corrido, a lo cual el interpelado se negó citando reglas acordadas con los organizadores del evento, que en el caso es un comité integrado por ciudadanos mexiquenses. La reacción violenta no se hizo esperar y como en Fuente Ovejuna, todos a una, la muchedumbre enardecida arremetió a golpes contra filarmónicos y guardias de seguridad, destruyendo instrumentos musicales, equipos de sonido, pantallas y lo que tuvo en frente (2).
Con independencia de que entendamos lo ocurrido leyendo el libro Psicología de las Multitudes de Gustave Le bon (1841-1931), es claro que esta reacción irracional tiene su origen en adicciones arraigadas en el yo profundo individual y colectivo. Desde hace tiempo que el delito de Apología del Delito está tipificado por los Códigos Penales de Federación y Estados, pero es letra muerta, en la medida en que es difícil establecer en cada caso si la canción o episodio televisivo de que se trate merece o no tal calificativo y es más difícil aún, poner un gendarme por cada alucinado embrutecido por las drogas, para que lo controlen y lo cuiden.
Enfrentados a la disyuntiva: cordura o censura, la única posibilidad es que la Sociedad Civil organizada y sus dirigentes, así como los ciudadanos comunes nos comportemos como adultos, y hagamos un gran acuerdo mediante el cual nosotros mismos pongamos los límites. No hay de otra.
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