La visita de Mario Vargas Llosa a nuestro país la semana pasada, en la que presentó la serie de televisión autobiográfica “Una Vida en Palabras”, y asistió al foro “Los desafíos de la libertad de expresión, hoy”, convocado por la Universidad de Guadalajara, hace oportuno comentar un ensayo reciente de dicho escritor, que se titula “El llamado de la tribu”, sobre su postura ante el individualismo y el colectivismo, como ideologías políticas.
El Premio Nobel de Literatura (2010), relata su conversión del comunismo que profesó desde el bachillerato cursado en el Perú, y que después nutrió en la Universidad de la Sorbona como alumno de Jean Paul Sartre. Conforme fue declinando la moda comunista y el Sistema Soviético, Vargas Llosa salió de la bruma hegeliana y del profetismo mesiánico de la utopía marxista, que según el propio escritor correspondieron a un plan premeditado para justificar el “constructivismo” es decir, la planificación estatal de la vida social, en un empeño por fundar una sociedad perfecta y para instalar el paraíso en la tierra.
Vargas Llosa refiere a diversos pensadores en los que sustenta su conversión al liberalismo, entre los que destacan Adam Smith (1723-1790) y José Ortega y Gasset (1883-1955). En su libro “La Riqueza de las Naciones”, Adam Smith exalta el individualismo extremo; sostiene que la humanidad llegó a la civilización a través de la división del trabajo y a la acumulación del capital, en virtud del desarrollo del libre comercio es decir, el intercambio de bienes y productos sin control alguno del estado, cuya intervención por mínima que fuere, la considera inaceptable. Ortega y Gasset cuya obra más conocida es “La Rebelión de las Masas”, sostiene que la naturaleza humana tiene una doble vertiente individual y colectiva, que son indivisibles; en la primera están los derechos del hombre como individuo y como ciudadano, en tanto que la vertiente comunitaria, tiende a la búsqueda del bien común de la sociedad.
Ortega y Gasset participó en la República Española (1931-1939) y en vista a la lucha entre los extremos que causaron el fin de aquella, siempre objetó la división del pensamiento político en “derechas” e “izquierdas”, como representativas de la lucha entre los intereses del individuo y de la sociedad, considerando ambas posturas como dos formas distintas de hemiplejia intelectual. Vargas Llosa se refiere a Ortega y Gasset como el pensador más valioso de su tiempo, no solo de España sino de toda Europa sin embargo, no llega a abrazar la síntesis integradora del pensamiento orteguiano, situado en el justo medio entre individualismo y socialismo en virtud del cual, Ortega pugna por mantener en equilibrio ambos vectores, en vez de alentar la contradicción dialéctica entre individuo y sociedad.
Vargas Llosa se convierte al liberalismo más individualista y su falta de adhesión al pensamiento orteguiano hasta su última conclusión, hace que el peruano quede como un producto de moda intelectual como lo fue tanto en la cúspide del comunismo, como en el ascenso del neo liberalismo brutal que sobrevino a la caída del sistema soviético. Con independencia de sus méritos como escritor, en su calidad de activista del capitalismo en su versión neoliberal, en la trayectoria política de Mario Vargas Llosa, no hay nada más que su habilidad para moverse al vaivén de los vientos imperantes.
En cuanto a la postura de Vargas Llosa frente al populismo y toda tendencia nacionalista que fortalezca la vida colectiva, considera que responden a lo que el escribidor denomina “El llamado de la tribu”, y ve con malos ojos que el fenómeno tenga su origen en la pertenencia del colectivo a un grupo humano en particular, así como en el apego a la tierra, la historia y las costumbres primarias ancestrales. Esta crítica de Vargas Llosa es infundada, porque tales factores básicos son naturales y si bien la razón y la voluntad deben ser el timón decisivo de la vida personal y colectiva de todo individuo y sociedad, la inteligencia emocional indica que los elementos que configuran el llamado de la tribu, también son parte esencial y determinante, de la vertiente colectiva de la naturaleza humana.
Tal vez sean la habilidad del timonel y el buen manejo del velamen y del timón, lo que le impide quedar a merced del vaivén de los vientos imperantes.
El artículo: Una excelente clase de sociología política.
Saludos