La ocurrencia de Donald Trump según la cual los Estados Unidos van a tomar el control de la Franja de Gaza para limpiarla de la presencia del Pueblo Palestino y de los escombros dejados por la destrucción perpetrada por Israel, entraña una declaración cruel, discriminatoria y cínica, que con razón ha sido objeto de repudio internacional.
No vale decir que Trump es un bocón y que sus palabras no se cumplirán como ocurre hasta ahora con la amenaza de tomar el Canal de Panamá o anexarse Groenlandia, porque el genocidio al Pueblo Palestino es un hecho. Son un hecho consumado la invasión de Israel a territorio palestino; la devastación de las ciudades; la expulsión al desierto de 2 millones de palestinos; el saldo “oficial” de 47,000 muertos sin contar a las víctimas de la hambruna y enfermedades, sobre todo de niñas y niños fallecidos por el bloqueo del Ejército Judío a la ayuda humanitaria, etcétera.
Además es un eufemismo que Trump diga que su gobierno va a tomar el control del Territorio Palestino en tiempo futuro, puesto que hoy ya lo tiene a través del Estado Judío, con el que los Estados Unidos mantienen complicidad esencial desde el nacimiento del Estado de Israel y su reconocimiento por parte de la Organización de las Naciones Unidas ONU. No alcanzamos a distinguir si Israel es una estrella de tantas en la bandera de los EEUU o los EEUU están sometidos a la estrella que brilla en la bandera judía.
Es cierto que la reinserción del Pueblo Palestino en lo que queda de su territorio mutilado y arrasado, así como la existencia plena del Estado Palestino en los términos ordenados por la ONU en múltiples resoluciones, todas ellas despreciadas por EEUU e Israel, solo puede ocurrir con el auxilio de un gran programa de recuperación económica. Sin embargo el plan de Trump para crear un paraíso turístico en lo que llama Riviera del Medio Oriente, a partir del exterminio y la devastación que presenciamos, es una burla y un ultraje no solo a los palestinos sino a la humanidad entera, incluido al propio Pueblo Judío (1).
En efecto, al interior de las comunidades judías dispersas en el mundo (diáspora), existen división y desacuerdos crecientes entre los puntos de vista de la religión y cultura del Pueblo Judío y el Sionismo, el cual es un movimiento meramente político, que fundó y mantiene al Estado de Israel como enclave estratégico y bastión militar de Estados Unidos en Medio Oriente. Por ser el Sionismo un movimiento político, es natural y legítimo que su actuación e implicaciones sean objeto de estudio analítico y opinión crítica por parte de cualquier observador del ámbito internacional, sea o no judío.
De las organizaciones judías de la diáspora contrarias al Sionismo, existe en México el Colectivo Doikait que tiene en sus filas entre otros a la actriz Amanda Schmelz, Unx Judix y Héctor Bialostozky, todos ellos judíos mexicanos activistas que condenan la guerra de Israel contra el Pueblo Palestino a la que califican de “genocidio”. El Colectivo Doikait y sus activistas sostienen que el Sionismo tiene secuestrado al judaísmo religioso y cultural por medio de Israel, que ellos señalan como “estado policiaco”, al que acusan de “intolerante, islamofóbico, racista y supremacista…” y aseguran que el Sionismo atenta contra la diversidad multicultural de la comunidad judía de la diáspora, gestada en su convivencia milenaria con todos los pueblos de la Tierra (2).
(1) CNN Noticias. Comentario sobre la declaración del Presidente Donald Trump, en la que anuncia que EEUU tomará el control del Territorio Palestino en la Franja de Gaza.
(2) Versiones Públicas, Canal 14 de TV. Entrevista de Genaro Villamil a Amanda Schmelz, Unx Judix y Héctor Bialostozky, miembros del Colectivo Doikait, en relación con la guerra Israel-Palestina.
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