Cristo Rey.         

Luis F. Salazar Woolfolk

26 de noviembre de 2024

La coronación de la imagen de Cristo erigida en el Santuario de  la Sierra de las Noas en la ciudad de Torreón, es una idea que debe ser reconsiderada por la Jerarquía de la Iglesia y el Pueblo Católico, a la luz del Evangelio.  

En ocasión de la fiesta de Cristo Rey del Universo celebrada  el domingo pasado, trascendió que al Cristo de las Noas se le pondrá una corona  como las que portan los reyes terrenales, que es símbolo de poder temporal tanto político como económico y militar. Se trata pues de un símbolo de dominio imperial,  que nada tiene que ver con la Realeza  de Jesucristo, proclamada cuando Jesús Coronado de Espinas  replicó  a Poncio  Pilato: “tu lo has dicho, Soy Rey; vine al mundo para ser testigo de la Verdad… pero mi reino no es de este mundo…” (Juan 18, 33-37).

La  Iglesia vive en el mundo  entre el trigo y la cizaña; durante siglos  los poderes temporales se han aprovechado de los símbolos y las estructuras de las diversas  religiones  para impulsar proyectos terrenales y como la Iglesia Católica no es excepción, ha sido  utilizada por factores reales de poder en aventuras políticas  en distintas épocas y lugares, arrastrando a Jerarquía y Feligreses. La experiencia histórica  enseña  que de tiempo en tiempo   aparecen movimientos anticlericales que  arrojan sobre la Iglesia la culpa de todo lo malo que pasa en el planeta, mientras los  bandos seculares en  permanente conflicto por intereses mezquinos, eluden la responsabilidad que les corresponde.    

Los orígenes del Santuario  se remontan a los años sesenta del siglo pasado, a partir de una ermita instalada  en cumbre de la  Sierra de las Noas,  cuya vista domina  la zona metropolitana de la Comarca Lagunera.  La imagen de concreto que mide 22 metros de altura y  pesa 580 toneladas,  fue construida con donativos del Pueblo  Católico de la Región entre 1973 y 1983, sobre un diseño  minimalista y etéreo del escultor Vladimir Alvarado (Saltillo 1938);  la figura austera y monumental que parece flotar sobre la Sierra representa a  Cristo Resucitado con los brazos abiertos, y en la medida en que expresa con acierto su significado triunfal sobre la muerte, no necesita adorno alguno (1).

El autor de la escultura ha dicho que la modificación no es de su agrado y se entiende,  porque rompe con el estilo estético y conceptual con el que fue pensada  hace 50 años  y ponerle un  pegoste es tan absurdo como enmendar la plana a la Piedad de Miguel Ángel  o a la Santa Teresa en Éxtasis de Bernini,  que son obras de arte que responden a un tiempo y a una cultura determinados, con plena fidelidad al Espíritu Cristiano. No es congruente que mientras el Verbo Encarnado  abandona su Condición Divina y se rebaja a nuestra naturaleza en las condiciones de  humildad más radicales (Filipenses 2, 6-11),  su imagen sea deformada mediante coronas de hierro, de oro o de concreto (2).

La Corona  está hecha y se anuncia que será bendecida en el mismo lugar del Santuario el día de mañana, pero todavía  es tiempo de corregir porque aún  no ha sido instalada sobre la cabeza de la Imagen,  como se tiene previsto que estará para la Semana Santa del año entrante. Mejor sería que el aditamento que se pretende agregar sea  aprovechado poniendo esa Corona a los pies de la Imagen, como un símbolo  de que el Reino de Cristo no es de este mundo, pero está presente como testimonio de la Verdad y por encima de los reinos temporales que por naturaleza son efímeros.      

(1)  Santuario del Cristo de Las Noas, Torreón, Coahuila, en el que la imagen de Cristo aparece como es en la actualidad.

(2) El Siglo de Torreón. Noticia sobre la instalación de una corona sobre la escultura original del Cristo de las Noas e imagen de como se verá con este agregado.

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