La irrupción de Donald Trump en el escenario global, a raíz de su segunda llegada a la Casa Blanca, descubre sin tapujos la caída del sistema de libre comercio mundial como fue concebido en la era de Ronald Reagan.
Trump no tiene la culpa de la muerte del sistema y solo escribió su epitafio en el tabulador de aranceles anunciado en Washington el miércoles pasado. El colapso ocurrió mientras dormíamos cuando el déficit comercial de los EEUU soportado en bonos de deuda en poder de China se volvió insostenible; a toro pasado el Republicano hace un recuento de daños y emprende un ensayo de prueba y error como hizo Mijail Gorbachov a la caída del Comunismo Soviético, cuando propuso la Perestroika ya no para evitar el naufragio que era un hecho consumado, sino como ruta de escape del Pueblo Ruso para recuperar su identidad nacional y seguir adelante.
En el caso del derrumbe del globalismo mundial la cuenta regresiva empieza en una fecha indeterminada, en el momento mismo en que el sistema fue incapaz de reconocer su pecado capital de haber erigido un régimen en el que el dinero manda en lugar de servir y margina por descarte a millones de seres humanos. Fueron pocas las voces que denunciaron al neoliberalismo feroz cuando aún era tiempo de hacer ajustes y corregir el rumbo, entre las que destaca la del Papa Francisco que asumió la causa de los pobres del planeta en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium publicada en 2013 (1).
Los oligarcas marcaron el rumbo del sistema, establecieron políticas económicas que fueron del agrado de grupos conservadores, al tiempo que impusieron a la llamada “izquierda” la agenda pro aborto, la ideología de género y la doctrina wok, lo que hizo que dicho segmento del espectro político, abandonara su lucha por los derechos de los trabajadores. Tras ocurrir la división y el pleito por el poder en el seno de la oligarquía, la facción que apoya a Trump propuso un contrapeso ideológico al electorado conservador de clase media de los EEUU, con lo que se hizo de la clientela necesaria para ganar el poder.
Hoy día los oligarcas siguen divididos; unos enfrentan a Trump con apoyo de importantes medios de comunicación y otros como los magnates de la tecnología, cierran filas con o sin ganas en torno al proyecto trumpista. Fiel a su propio estilo y a las tendencias de la época Trump monta un teatro a nivel mundial a partir de la confrontación y del escándalo, que sirve como cortina de humo mientras los EEUU se reinventan y emergen de entre los escombros, para contener a su verdadero adversario: el Imperio Chino, hoy mimetizado en república popular.
En un estira y afloja Trump irá haciendo los ajustes para que EEUU mantenga el acuerdo con sus aliados y asuma el liderazgo en la tajada que alcance del mundo multipolar que sobreviva al terremoto; lo anterior explica que México y Canadá por ahora se hayan librado de un mal trato arancelario porque como bien percibe la Presidenta Sheinbaum, los países del T-MEC integran el bloque económico más competitivo del planeta.
Por otra parte Trump aprieta a sus socios europeos para que aumenten su gasto militar y compren más y mas armas a EEUU, con lo cual Washington reduce su déficit comercial y retiene el mando en la OTAN. Por lo que hace al lejano oriente, Trump impone altos aranceles situando en posición incómoda a los maquiladores de China como Vietnam y Tailandia, y afecta incluso a países aliados de los EEUU como Japón y Corea del Sur, que hoy están considerando celebrar un tratado de libre comercio con el gigante asiático.
(1) Evangelii Gaudium. Texto completo de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, 2013.
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