El Compromiso Nacional por la Paz firmado por las Candidatas y el Candidato a la Presidencia de la República, a invitación de la Conferencia del Episcopado Mexicano CEM, abre una gran oportunidad al diálogo y la cooperación en materia de seguridad, de cara a la renovación de los Poderes Federales.
En la firma del documento que tuvo lugar la semana pasada, Claudia Sheinbaum presentó un escrito con el cual disiente del diagnóstico hecho por los Obispos al que calificó de “pesimista”, porque a su juicio no toma en cuenta la baja en los índices delictivos del último año, que contrasta con el alza continua que hubo desde el año 2006. Sheinbaum esgrime avances en la política de seguridad de la 4T, que a su decir son fruto de la creación de la Guardia Nacional, del crecimiento del empleo, y del apoyo a los jóvenes con becas escolares y como aprendices en empresas privadas, con subsidio del Estado.
Es la primera vez en nuestra historia que un texto de compromisos electorales que suelen firmarse por protocolo y a veces sin lectura previa, es enriquecido con la réplica propositiva de un candidato o candidata, lo que revela que diferencias aparte, Claudia toma en serio la invitación de los Obispos y asume el diálogo en directo y de inmediato. La interpelación de Sheinbaum invita a un estudio comparativo de las políticas públicas con las que han enfrentado el problema de inseguridad los diversos gobiernos desde los tiempos del viejo PRI y la alternancia panista hasta hoy día, de lo cual el documento de la CEM no se ocupa.
Por otra parte el documento se contradice al ofrecer “Estrategias de Política Pública para la Paz”, lo cual no cumple, porque los propios Obispos reconocen que el texto solo sienta las bases para una “ruta de diálogo…” lo que es valioso pero a todas luces insuficiente. Con independencia de lo que señala Sheinbaum, el planteamiento de los Obispos tiene dos grandes huecos, el primero consiste en que si bien abarca una temática muy amplia que sugiere fortalecer el tejido social y desarrolla una teoría sobre gobernanza, lo cierto es que el texto solo contiene líneas generales sobre lo que “hay que hacer…”, pero no aporta propuestas concretas respecto al “cómo” hacerlo (1).
Esta visión de enorme distancia entre el problema real y la solución, se manifiesta en el documento al señalar: “quienes participamos en el Diálogo Nacional por la Paz hemos decidido organizarnos… hace casi dos años iniciamos… a recorrer el país…”. La expresión que antecede provoca azoro y desconcierto, porque es impensable que los Pastores de la Iglesia que desde el Siglo Diez y Seis trabaja en las hechuras del Alma Nacional, hayan tomado conciencia del problema en fecha tan reciente, “casi dos años”, y no hayan hecho antes un esfuerzo semejante en la materia, pese a que la guerra global del narco inició en nuestro territorio hace cincuenta años (2).
El segundo hueco concierne a que el documento de la CEM pasa por alto que el narco florece en una sociedad amoral, sumida en el vacío existencial, que vive el asedio de las adicciones y bajo el yugo de estructuras criminales integradas por mexicanos, que por estadística son cristianos en su mayoría. El Filósofo Juan Villoro ha dirigido nuestra atención a lo que llama la “narcosociedad” mexicana, cuyo tejido cultural y económico está invadido por el cáncer del narco, lo que resulta obligado reconocer para que la Iglesia, los organismos de la llamada sociedad civil organizada y cada uno de nosotros y nuestras familias, asumamos la responsabilidad que nos toca (3).
(1) Conferencia del Episcopado Mexicano. Documento completo del Compromiso Nacional por la Paz.
(2) El País. La Guerra contra las Drogas, medio siglo de derrotas para América Latina.
(3) El Universal. Nota sobre el tema de la narcosociedad mexicana, de Juan Villoro.
como siempre, claro y conciso