La resistencia en la Universidad Nacional Autónoma de México, a reanudar labores presenciales en la fase actual de la pandemia, ha generado un conflicto con el Presidente López Obrador que fiel a su singular estilo, confronta a quienes están al frente de esa casa de estudios. Utilizando pautas de comunicación binarias y sin matices, que son propias de la era digital, el Primer Mandatario acusa a la UNAM de haber abandonado el debate ideológico y el sentido social de su función, y de haberse entregado a la causa neoliberal.
En la UNAM coexisten todas las formas del pensamiento, pero lo cierto es que las ideas en la UNAM se encuentran estáticas, e incuestionadas, como una colección de artes plásticas en un museo que a muy pocos o a nadie interesa. Ese hecho no es privativo de la UNAM ni de la sociedad mexicana, sino que corresponde a las tendencias globales en boga, en un mundo que en busca de identidad se llama a sí mismo postcristiano, postcomunista, postmoderno, etcétera, hasta el extremo de proclamar el fin de la historia, como hizo Fukuyama en 1992, a la caída del socialismo real.
Son muchas las voces que se han alzado en contra de la declaración presidencial, la mayor parte de ellas desde una pretendida superioridad moral, como si la UNAM fuera un dechado de perfección. Para sostener esta postura, los defensores de la UNAM se ven obligados a invocar un pasado de hace noventa años, que ofrece destellos de heroísmo, como es el caso del Movimiento de Autonomía encendido por la Generación de 1929, que enarbolando la Libertad de Cátedra enfrentó al régimen de Portes Gil y al Maximato Callista. Este movimiento fue replicado en cada Estado de la República, hasta que la Autonomía Universitaria fue elevada a Garantía Constitucional en el sexenio de José López Portillo.
Las universidades públicas del país nunca han sido un paraíso de virtudes pero a no dudarlo, fueron un refugio para el debate de las ideas en un México de tiempos pasados, en el que no había otros espacios para ese propósito. A eso se debe que los intentos de los gobiernos priístas por controlar a la Universidad nunca cesaron, y a la caída del régimen de Partido de Estado en el año 2000 se intensificaron como parte de una tendencia adversa a la transición hacia la democracia plena, que incluyó la toma por asalto de nuestras universidades públicas.
La UNAM cayó en garras de factores reales de poder vinculados al antiguo régimen, y en los Estados los gobiernos priístas endurecieron su control sobre las universidades públicas, fortaleciendo viejas redes de corrupción a pesar de las cuales, el día de hoy destacan por encima de la mediocridad imperante, profesores que honran su cátedra y alumnos que se esfuerzan y salen adelante. López Obrador pone el dedo en la llaga y señala al ex rector de la UNAM José Narro Robles, Secretario de Salud en el sexenio de Enrique Peña Nieto y candidato a la presidencia nacional del PRI en 2019, como la cabeza del grupo que tiene a la UNAM en las redes de corrupción y control denunciadas por el Presidente.
Lo deseable es que la confrontación en comento mueva a los jóvenes de hoy día, para que salgan de su apatía y se involucren a fondo en nuestra vida pública, en el debate y en la acción. Enrique Krauze sale la palestra y evoca el debate sostenido en la UNAM en 1933, entre dos universitarios notables; el liberal Antonio Caso y el comunista Vicente Lombardo Toledano (1). La cita no aplica en nuestros días, porque el colapso del sistema comunista en 1990 selló la derrota de los extremismos y abrió una nueva era, en la que el oficio político frente cada situación concreta, busca el justo medio aristotélico en el equilibrio entre los intereses del individuo y de la colectividad; entre libertad y justicia; entre hombre, sociedad y estado.
Por esa ruta van la social democracia y el sistema social cristiano, fincado este último en el respeto a la dignidad de la persona humana y la procuración del bien común, basado en los principios de solidaridad y subsidiariedad (2). El capitalismo extremo que reduce la función del Estado a observar cómo el pez grande se come al chico, y el marxismo que suprime las libertades, son ideologías materialistas que reducen el fenómeno humano al plano de la economía, e ignoran espacios trascendentes que en cambio fueron avizorados por los universitarios de la generación de 1929, a cuyos espacios de trascendencia se refiere el lema de la UNAM cuando dice: Por mi Raza hablará el Espíritu.
(1) Enrique Krauze. Defensa de la UNAM, El Siglo de Torreón, 7-A, 31 de octubre de 2021
(2) El desarrollo de los principios de solidaridad y subsidiariedad como rectores del bien común, son materia del libro La Cuestión Social, de Johannes Messner (1891-1984).
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