El choque institucional entre el Gobernador de Nuevo León Samuel García Sepúlveda y quien está a cargo de la Fiscalía General de Justicia en dicho Estado, cuestiona los resultados de la “modernización” de nuestro sistema de justicia penal, en materia de Procuración de Justicia, en relación al Principio de Autonomía de dicha función (1).
Samuel García fue electo a la gubernatura de Nuevo León como candidato de Movimiento Ciudadano en 2021 y un año después, el Fiscal General de Justicia del Estado designado durante el régimen de Jaime Rodríguez (a) El Bronco, presentó su renuncia en medio de sospechas de mala fe y torpeza evidente, en la fallida investigación del homicidio de Debanhí Escobar. Algunos neoleoneses presumen que su Fiscalía es un “referente nacional” en cuanto a su autonomía respecto al Poder Ejecutivo, lo cual lejos de ser un ejemplo a seguir, es un fiasco que deriva de un múltiple error de técnica jurídica.
La Constitución de Nuevo León (2), en sus artículos 124 y 125, determina que el Gobernador es jefe y responsable de la administración pública y le impone el deber de proteger la seguridad de las personas y sus bienes, así como a mantener la paz, la tranquilidad y el orden público. En total incongruencia, lejos de dotarlo con las facultades necesarias para ejercer tales funciones, la Constitución niega al Gobernador participación alguna en materia de Procuración de Justicia, privándolo de todo mando y supervisión, y hasta de la más leve injerencia en la gestión de la Fiscalía.
La Constitución saca a la Fiscalía del organigrama del Poder Ejecutivo y la lleva al capítulo de Órganos Constitucionales Autónomos, cuyo artículo 158 regula un farragoso procedimiento para designar al Fiscal por decisión del Congreso, a propuesta de un Comité de Selección integrado por ciudadanos dizque apolíticos. En este proceso el Gobernador no tiene ni voz ni voto ni siquiera para proponer aspirantes al cargo de Fiscal General, con el añadido de que el mismo artículo 158 dota a la Fiscalía de personalidad jurídica y patrimonio propios, con autonomía técnica y de gestión, lo que desarticula las funciones de gobierno en materia de Procuración de Justicia.
Lo expuesto erige a la Fiscalía en un Super Poder que dispone de policías, armas de fuego y sistemas de inteligencia. El Fiscal opera libre de todo mando superior jerárquico, lo que coloca a la institución en un limbo de arbitrariedad jurídica y política, y es causa del fracaso de la lucha contra el crimen organizado y ocasional, para gozo de la delincuencia. El Fiscal de Nuevo León que renunció el pasado mes de octubre, con dispensa de trámite dejó como “encargado del despacho” a Pedro Arce Jardón, quién de inmediato inició una persecución en contra del Gobernador por el delito de «Abandono de funciones».
El Gobernador García promovió una Controversia ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, alegando que quién actúa como Fisal no fue legalmente designado, lo cual no ha sido resuelto desde hace ocho meses. Entre tanto, el Gobernador acusa al Fiscal de mantener a los miembros de su gabinete en un acoso permanente y a operar en contra de su Gobierno, en contubernio con las dirigencias de los partidos PRI-PAN. Esta crisis que revela un conflicto del Estado contra sí mismo, ha llegado al punto de que el jueves pasado, García Sepúlveda inició ante el Congreso de la Unión un juicio político en contra del Fiscal referido, al que señala como usurpador e ilegítimo.
Lo que ocurre es fruto de una gigantesca aberración normativa en el orden Constitucional, y nos obliga a revisar el Principio de Autonomía en materia de Procuración de Justicia. La situación en Nuevo León repite en paralelo los intentos de la Oposición y de la Suprema Corte a nivel Nacional, por atar las manos del Ejecutivo Federal. En ambos casos, el mismo modus operandi se percibe como un burdo engaño en nombre de la legalidad, y como pretexto para no dejar gobernar al adversario político.
Bueno y entonces ¿debe haber o no división de poderes?Tocayo, o en todo caso ¿la fiscalía a que poder se supedita?
TOCAYO:
Por supuesto que es sana la división de poderes y de acuerdo la doctrina clásica la Procuraduría e Justicia forma parte dle Poder Ejecutivo en tanto que corresponde a la administración pública, cuya función es porpia del Ejecutivo,
Ahora bien, es sano que en lugar de que el titular del Ejecutivo designe al Procurador sin limitación alguna, el Presidente proponga al Congreso una terna de candidatos en un proceso de selección en el que puedan ser analizados y cuestionados a fondo los aspirantes frente a la opinión dle público.
El Problema TOCAYO son las modas intelectuales SNOB, que en materia jurídica con la proliferación de los llamados «organismos autónomos» ha provocado una PULVERIZACIÓN DEL PODER, que genera crisis como la que implica en Nuevo León, el conflicto del Gobernador con el Fiscal.
Saludos.