La Consulta Ciudadana para revocar o ratificar el mandato al Presidente de la República celebrada el domingo pasado, es un ejercicio en el marco de la Democracia Participativa en cumplimiento a un compromiso de campaña contraído por López Obrador como candidato y aunque no implicó un riesgo de destitución debido al grado de aceptación que tiene el Presidente, es una estación importante en la ruta hacia la elección presidencial del año 2024.
La promesa de campaña consistió en ofrecer a quienes votaron por López Obrador cuando fue candidato a la Presidencia, una iniciativa de reforma constitucional como instrumento para que de hoy en adelante los ciudadanos califiquen el desempeño del Presidente de la República en su tercer año de gobierno, abriendo la posibilidad de que sea destituido por voluntad de los ciudadanos, en caso de que éstos le perdieran la confianza. Los partidos de oposición vieron a la Democracia Participativa como una moda, y apoyaron la iniciativa presidencial por considerar que era lo «políticamente correcto», con el atractivo de que abrió para ellos la expectativa de remover a López Obrador, antes de concluir su período presidencial.
El tema de la Revocación del Mandato se volvió incómodo para los adversarios de AMLO, porque no han logrado reagrupar sus contingentes electorales; ni siquiera han podido ofrecer una agenda alternativa a la que sostiene la llamada Cuarta Transformación y para su enojo, el Presidente mantiene niveles altos de aceptación. En tal escenario la oposición en su conjunto con el Instituto Nacional Electoral a la cabeza, impidió que la Consulta se juntara con las elecciones federales de 2021 como indicaba el uso razonable de los recursos disponibles y la pospuso para el presente año, generando un costo excesivo que curiosamente, sirvió de pretexto al INE para suspender el ejercicio mediante un acuerdo dictado en ese sentido.
A fines del año pasado la Cámara de Diputados impugnó el acuerdo suspensivo del INE ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la cual ordenó la continuación del proceso resolviendo que el Instituto contaba con recursos suficientes, lo que indica que los consejeros del INE bajo la presidencia de Lorenzo Córdova, hicieron hasta lo imposible para abortar la Consulta (1). Una vez salvado este escollo, los intentos del INE por llevar al fracaso a la Revocación del Mandato continuaron, porque el Instituto estableció la fecha del ejercicio en vacaciones de Semana Santa, redujo el número de casillas a la tercera parte, ocultó la ubicación de éstas hasta el último momento, reprimió toda clase de promoción, etcétera.
En paralelo a la labor de zapa del INE, la oposición se dividió en dos vertientes; una qué llamó a generar un vacío al proceso para que los votantes no se presentaran a sufragar y la otra parte que al menos fue congruente con su verdadera aspiración e implicaba tener tamaños, porque invitaba a votar para que sacar al Presidente. Los resultados numéricos están a la vista, a juicio de cada quién. López Obrador celebra con mesura y presenta el ejercicio como una primicia de la Democracia Participativa en nuestro país, con el que cumple una promesa de campaña que está ligada a su bandera esencial de combate a la corrupción, en la medida en que es una herramienta para castigar al titular del Poder Ejecutivo, echándolo del cargo por motivos de corrupción o malos resultados.
La consolidación de un voto duro de más de quince millones de sufragios que ratifican en el cargo a López Obrador, viene a dar un valor agregado a MORENA, que de paso ejercitó sus estructuras electorales y redes de apoyo, con vista a los comicios de 2024. A los críticos del Presidente les parecen poca cosa los votos que obtuvo a su favor, pero lo cierto es que en este río revuelto la oposición no pescó nada y por el contrario, se confirman su divisionismo esencial, su nula convocatoria, su falta de cabezas visibles, su carencia de agenda frente al futuro y su indecisión, que fue tanta, que por primera vez la oposición puso en un segundo plano su aversión a López Obrador. En el primer plano estuvieron los adversarios del Presidente enfrentados entre sí hasta el final, deshojando la margarita: votar o no votar, esa fue la cuestión.
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