El reportaje del New York Times NYT sobre la fabricación de fentanilo en la cocina de una vivienda de Culiacán, tiene por objeto cuestionar la falta de control de calidad en el proceso, para efectos de legitimar su producción en los Estados Unidos con fines meramente comerciales.
Poco importa que la desconcertante nota sea vista como el burdo montaje que es, porque el NYT como otros actores de prensa en los EEUU y en el resto del planeta, hace tiempo que perdieron el respeto por el oficio periodístico y por dinero sostienen toda clase de infundios a despecho de la verdad y de la inteligencia de sus lectores. El destinatario común de las noticias hoy día vive bajo un alud de información sobre la cual no tiene el tiempo suficiente para reflexionar y discernir, lo que brinda la oportunidad de que mentiras descabelladas se tomen por ciertas.
El reportaje banaliza la producción doméstica de drogas sintéticas, lo que busca ridiculizar los esfuerzos de gobiernos y sociedades en el combate a la producción y tráfico ilícito de drogas, cuyo consumo causa tanto daño a la salud mental y física de personas de todas las edades y estratos sociales. Lo anterior corresponde a la tendencia mundial por legalizar el consumo recreativo de drogas que en nuestro país derivó en sentencias de la Suprema Corte, que entre 2015 y 2018 autorizaron el consumo de marihuana, elevado a nivel de “Derecho Humano al Libre Desarrollo de la Personalidad” (1).
La Corte dejó sin efecto las leyes que en aquel entonces prohibían el uso recreativo de la marihuana y ordena al Congreso de la Unión que haga una ley general que permita su consumo bajo la supervisión de COFEPRIS, pero termina manteniendo la prohibición de su producción y venta, lo que entraña una incongruencia que hace imposible el acatamiento de dicho mandato judicial por absurdo. La legalización del consumo de drogas cuenta con apoyo de agentes de opinión que en su día han sostenido campañas al respecto, como es el caso del ex presidente Vicente Fox y del periodista Sergio Sarmiento.
El reportaje del diario NYT está en la línea de cuestionar la falta de control de calidad con la que a su decir se produce el fentanilo en México, con la idea de llevar al lector, y sobre todo al consumidor de la droga en los EEUU, a la conclusión de que lo correcto es autorizar su producción como negocio bajo la regulación del gobierno. Esta narrativa es consistente con la utilización del consumo de drogas como medio de alienación y control de la conciencia social y política de los ciudadanos por parte del estado, descrita en la novela “Un mundo Feliz” de Aldous Huxley (2).
Lo expuesto se confirma con el hecho de que en el discurso de los políticos de los EEUU incluido Donald Trump, se lamenta la muerte de cien mil víctimas anuales por causa del fentanilo, pero poco o nada se hace para curar el vacío existencial y erradicar el consumo que constituyen las causas de origen del consumo de drogas, y menos se hace para combatir el narcotráfico a partir del control de armas y la incautación del dinero obtenido de dicha actividad criminal en el país vecino .
Esta visión de los hogares de Culiacán como fábrica de fentanilo, parece tomada de la experiencia real en los EEUU, en el caso de la marihuana. Una vez legalizada la mota se cultiva en espacios cerrados atendida con elementos de alta tecnología para ser distribuida para su venta, como una medida proteccionista en favor de los productores estadounidenses que surten su propio mercado.
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