La denuncia que hizo el Presidente Palestino Mahmud Abás la semana pasada, revela que la presencia del Cristianismo en el mundo es una paradoja. Pese a que la Paz en la Tierra es la esencia del mensaje de Navidad, el primero de sus frutos es la persecución de los Santos Inocentes, infantes masacrados por órdenes del Rey Herodes, para aniquilar lo que el Tetrarca de Galilea, en representación de los poderes políticos de todos los tiempos, consideró una amenaza para su reinado.
La estampa del Portal de Belén, ofrece cada año una nueva oportunidad de reflexión. Jesús decide habitar entre nosotros, participa de nuestra naturaleza y nos brinda la ocasión de vivir la vida, en tal forma que nos eleva a la condición de hijos de Dios. La palabra paradoja significa contradicción aparente y es justo lo que el Cristianismo entraña; el Hombre Dios aborrece el pecado pero ama al pecador, hasta el punto de dar su vida para redimirlo.
La Encarnación del Verbo, no solo supone para Jesús protagonizar momentos espectaculares: su predicación, sus milagros, su pasión y su resurrección gloriosa. Durante su vida terrenal Cristo asume la condición humana a diario, inmerso en un proceso de toma de conciencia y conciliación plena, entre la vertiente humana y la divina de su doble naturaleza y su misión salvadora, no en términos mágicos, sino ciertamente milagrosos. Se impuso a si mismo las limitaciones de su cuerpo, del tiempo y del espacio; estuvo sujeto a sus padres María y José; murió sometido a las autoridades judías y romanas.
El anciano Simeón que servía en el Templo de Jerusalén en espera de la llegada del Mesías, fue testigo de la presentación de Jesús en el Templo y después de haber visto y conocido al Salvador, dijo a María: “…este niño está destinado a ser la caída y elevación de muchos; a ser signo de contradicción; y a ti (María), una espada traspasará tu alma…” Lc 2, 34-35. Simeón profetiza que Jesús es Salvador, pero solo de aquellos que lo acepten como tal, mediante un acto de voluntad personal que tiene por presupuesto el respeto a la libertad del ser humano.
Esta paradoja esencial propone al hombre la misión de construir un mundo de paz y de justicia sin embargo, después de dos mil años tal objetivo no se ha logrado. En todos los tiempos y en todas partes han existido hombre y mujeres que aceptan la Palabra y la ponen en práctica, pero el milagro de su respuesta no ha trascendido con la suficiente fuerza y permanencia, como para instaurar el Reino de Dios a nivel global y de ahí la afirmación de Jesús también paradójica según la cual, su Reino no es de este Mundo.
Lo anterior corresponde al destino de persecución que ha sufrido el cristianismo desde el edicto genocida de Herodes, que también en forma paradójica ha fortalecido la difusión de la Fe, en términos de lo dicho por Tertuliano en el Siglo Dos: “La sangre de los mártires, es semilla de nuevos cristianos”. Las cosas no han cambiado desde entonces y para muestra, el Presidente del Gobierno Palestino Mahmud Abás, emite un mensaje esta Navidad, en el que se refiere a “la falsa narrativa sionista… destinada a borrar la identidad nacional palestina…” y convocó a su pueblo a “la defensa de su herencia cristiana y musulmana…” (1).
A las duras palabras que anteceden siguió una relación detallada de ataques a santuarios y lugares que son considerados sagrados por el Cristianismo y el Islam, por parte de extremistas judíos que al decir del presidente Abás, se tratan de adueñar mediante “continuos ataques a las iglesias… para intimidar a los cristianos… expulsarlos y apoderarse de sus bienes…”. La persecución en contra de los seguidores de Jesús desde los tiempos de Herodes es una constante, sea por motivos religiosos o políticos, o simple y llana codicia de bienes materiales.
0 comentarios