El triunfo del PRI en Coahuila no es ninguna sorpresa y en cambio, sigue siendo un enigma el hecho de que la dirigencia de la 4T, no haya podido o no haya querido evitar la división de los partidos que la integran: Morena, Partido Verde y Partido del Trabajo.
En apariencia la división significó una fractura en el bloque de partidos que encabeza Morena sin embargo, la frescura con la que en la recta final los Partidos Verde y del Trabajo dejaron colgados de la brocha a sus respectivos candidatos y al llamado tardío de Mario Delgado volvieron al redil, revela un mar de fondo. Lo anterior ocurre en un contexto nacional en el que los partidos que integran la Alianza Opositora PRI PAN y PRD, han jugado el papel que López Obrador les asigna en las mañaneras, desde hace cinco años.
Otra de la habilidades estratégicas de López Obrador, consiste en que junto a un plan principal que traza para librar sus batallas, visualiza otros planes alternativos (Plan B, Plan C, etcétera), lo que le permite aprovechar las derrotas como impulso a su movimiento. A lo anterior hay que añadir la torpeza de la oposición que no ha sido capaz de reconocer sus faltas, ni de ofrecer una disculpa a los ciudadanos, ni articular una oferta política coherente y ante la urgencia de postular candidato presidencial y la falta de figuras relevantes, se debate entre las opciones paupérrimas de Lily Téllez y Santiago Creel.
El empeño PRI-PAN, de aferrarse a una alianza contra natura entre Caperucita Roja y el Lobo Feroz, ha reducido a esos partidos a su mínima expresión, por lo que se puede decir que la Alianza Opositora ha sido para el Presidente su mejor aliada. En el caso de Coahuila, resulta increible por absurda la hipótesis según la cual hubo un pacto entre López Obrador y la oposición para dejar a dicho Estado en manos del PRI a cambio del Estado de México, lo cual es improbable dada la desproporción que implica el intercambio de una entidad de más de doce millones de electores, con otra de solo dos millones y medio.
Parece más probable la hipótesis según la cual, sea conveniente para la 4T evitar que el PRI se desplome más de lo que está, y le sea rentable apuntalar a los impresentables Rubén Moreira y Alejandro (Alito) Moreno en su dirigencia nacional, para que la Alianza tóxica PRI-PAN se mantenga y pierda las próximas elecciones, pues ya lo dijo Movimiento Ciudadano: Con el PRI ni a la esquina. Además el hiper corrupto PRI de los Moreira no es un hueso fácil de roer. Se trata del viejo partido hegemónico que tiene secuestrada a la sociedad coahuilense y comprados a los dirigentes locales de los demás partidos empezando por el PAN y siguiendo con los Partidos Verde y del Trabajo, dizque aliados de Morena.
En Coahuila no existe División de Poderes; el Congreso y los Tribunales están sometidos al Ejecutivo, y la prensa recibe más de un millón y medio de pesos diarios de dinero público, el mayor chayote per cápita que cualquiera otro en el viejo régimen. Los comicios del domingo pasado en Coahuila fueron elecciones de Estado y como todas las del Moreirato desde hace diez y siete años, fueron un fraude; desde la sumisión del Instituto Estatal Electoral, hasta el patrullaje de grupos criminales empoderados en las policías locales, y las detenciones arbitrarias y la cárcel para los opositores.
Los resultados de la elección en Coahuila están a la vista: El abstencionismo ronda el 50%; el PRI de los Moreira retiene la gubernatura y obtiene carro completo en el Congreso; el voto de Morena y sus aliados se pulveriza y el voto del PAN se derrumba al 6%, cayendo al cuarto lugar como fuerza política en el Estado, por debajo del PRI, de Morena y del Partido del Trabajo.
0 comentarios