La irrupción de Xóchitl Gálvez en la lista de aspirantes a la Presidencia de la República, con la que la oposición adopta en apariencia el estilo y discurso de Morena, plantea la necesidad de establecer la diferencia esencial entre uno y otro proyecto, a despecho de la afirmación simplista referida a los políticos según la cual: “todos son iguales”.
La globalización de la economía y la política es inevitable porque se sustenta en la reducción del Planeta al tamaño de una Aldea Global, debido al avance tecnológico de las comunicaciones a distancia y del transporte de personas y mercancías. El fenómeno arrasó hace treinta años con los sistemas totalitarios de economía planificada, porque abrió las puertas del mercado mundial al aprovechamiento de las ventajas competitivas de cada país, originando estados con gobiernos socialistas de diversos matices, con economías de libre mercado, lo que exhibió como nunca el error de clasificar las posturas políticas en izquierdas y derechas.
Lo expuesto sugiere romper moldes a la hora de discernir los hechos y tomar decisiones, porque en esta nueva realidad hay dos tendencias; la que asupician los Globalistas Internacionales, empresarios de visión neoliberal dueños del consorcio anónimo financiero y comercial de clase mundial, que opera como factor real de poder por encima de los Estados Nacionales e impone su agenda ideológica. En la otra parte están los Nacionalismos que en cada país surgen de sociedades que luchan por preservar y fortalecer su identidad cultural, su libertad política y su economía, concertando relaciones armónicas con todos los demás pueblos y por ende, construyendo su propia versión globalizadora.
Gálvez es lanzada a la contienda por los Globalistas Internacionales bajo el impulso de uno de sus tentáculos, el Foro Económico Mundial con sede en Davos, Suiza, que desde el año 2000 incluyó a Xóchitl en su lista de “Lideres Globales del Futuro del Mundo”. Ella misma hace alarde de tal reconocimiento y al saberse bajo patrocinio de tan altos vuelos, menosprecia que el PAN le haya abierto las puertas y le haya facilitado su carrera política, y hasta se deslinda de Coparmex, y de otros grupos empresariales que se supone son afines a su causa, diciendo sin ningún filtro: “no le debo nada a nadie…ni a Fox…” (1).
En contraste con esa actitud soberbia pero congruente con su trayectoria, la Gálvez se arrodilla ante Davos, y se aferra a un indigenismo dudoso que asume “por elección” mirando con desdén su propia condición mestiza, no obstante que el mestizaje es la esencia de nuestra identidad étnica nacional. El activismo indigenista de Gálvez también viene de Davos. Como otros embates de tufo imperialista, los Globalistas Internacionales atizan la Leyenda Negra Española y el enfrentamiento estéril entre Indio y Español, y soslayan la ubérrima síntesis del mestizaje plasmada en los rostros de la mayoría de los mexicanos y en la Tilma de Juan Diego.
La globalización en estas dos vertientes plantea una lucha política internacional en suelo de México y en el territorio del resto de los países del Mundo. Sean quienes fueren candidatos en las próximas Elecciones Presidenciales, la alternativa consiste en decidir si nos sometemos a los intereses avasalladores de los Globalistas Internacionales, o votar por una propuesta nacionalista que al menos se aproxime a nuestra identidad como sociedad y preserve nuestro derecho a la autodeterminación como Estado.
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