El escándalo en el Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal (TEPJF), suscitado a raíz de la destitución de Luis Vargas Valdez como Magistrado Presidente de la Sala Superior de dicho organismo, y su remplazo por Reyes Rodríguez Mondragón, confirma la necesidad urgente de emprender la regeneración a fondo de las instituciones que fueron creadas, y después corrompidas, en la llamada época neoliberal.
El artículo 171 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación faculta a los siete Magistrados integrantes de la Sala Superior del TEPJF a elegir a su Presidente, el cual durará en el cargo cuatro años, pero no existe disposición legal que los faculte a destituirlo antes de que concluya ese plazo, por lo que tuvo razón Vargas Valdez al haber impugnado su destitución, mediante un recurso interpuesto ante la Suprema Corte. El argumento según el cual “si lo pueden designar lo pueden destituir…” no tiene fundamento constitucional, porque el principio de legalidad indica que las autoridades, solo pueden ejercer las facultades que de modo expreso les confiere la Ley.
En el supuesto de que los Magistrados tuvieran poder legal para destituir a Vargas Valdés, debieron de haber respetado sus Garantías Individuales y en el caso, no se han dado a conocer ni el fundamento ni los motivos de la destitución; no se sabe de un procedimiento administrativo en el que Vargas Valdez haya sido oído en su defensa, y ni siquiera sabemos cuáles hechos se le atribuyen, que justifiquen la destitución. La grave violación al debido proceso que lo anterior entraña, explica la sangre fría y el cinismo con el que esos mismos Magistrados incluido el destituido, en las elecciones pasadas violaron el derecho constitucional a ser votados, de más de sesenta candidatos de Morena, a los que se les negó su registro y se les impidió contender.
Lo que sabemos es que la Unidad de Inteligencia Financiera de la Federación (UIF) tiene abierta una investigación, que debe seguir hasta sus últimas consecuencias; la indagatoria señala al Magistrado destituido como presunto responsable del delito de lavado de dinero, porque al revisar las finanzas personales del implicado, la UIF detectó que ha gastado más dinero del ingreso reportado en sus declaraciones fiscales. Sin embargo no existe ninguna sentencia condenatoria al respecto y por tanto, de acuerdo al principio de presunción de inocencia, la destitución cuyo comentario nos ocupa, no tiene sustento jurídico.
Ante la falta de un procedimiento legal, resulta obligado buscar en lo acontecido motivos políticos o de interés práctico, que pudieran tener los Magistrados golpistas para decretar la destitución. Una hipótesis viable indica que se trata de un pleito entre cómplices, tomando en cuenta que la totalidad de los Magistrados de la Sala fueron designados de común acuerdo por las bancadas en el Senado, de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional, que viven en contubernio hoy descarado, en virtud de una alianza de cúpulas que fue pactada a la sorda y cocinada a fuego lento.
La presencia de dinero ilícito en la escena, obliga a buscar el origen del mismo en el patrimonio del TEPJF, ya que la propia Ley Orgánica en comento confiere facultades al Presidente de la Sala Superior, para controlar los recursos financieros y humanos del Tribunal. Además el Presidente es parte decisiva de la Comisión de Administración del TEPJF, cuyo órgano ejerce el presupuesto de egresos, y emite las bases para la adquisición de bienes y servicios, a lo que se agrega el poder de controlar el destino del personal, desde su ingreso a la carrera judicial, hasta las decisiones de escalafón, estímulos y capacitación.
El Presidente destituido no administró los recursos del TEPJF en solitario, sino en forma colegiada con sus compañeros de Sala en la Comisión de Administración, lo que funda la sospecha de que un conflicto de culpas y mutuos reclamos generó la ruptura, y los golpistas ofrecen a la UIF la cabeza de Vargas Valdez, para eludir la responsabilidad que por comisión o por omisión pudiera corresponderles, en el control de los recursos. Una vez exhibido el desprecio al orden jurídico y la corrupción de quienes están a cargo de la justicia electoral de este país, en un nuevo pacto oscuro, Vargas Valdez acepta su destitución, Rodríguez Mondragón renuncia a la Presidencia usurpada, los siete Magistrados se aferran a sus puestos, y tienen el atrevimiento de festejar la regeneración institucional del TEPJF, en medio del colapso y de un fuerte olor a podrido.
Pues según la radiografía, la extensión del mal es de pronóstico reservado