La Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP27, celebrada los días 6 a 18 de este mes en Egipto, concluyó sin que los participantes hayan resuelto la falta de planteamientos concretos que durante treinta años ha mantenido el debate, entre la seriedad intrínseca del tema y su manipulación como instrumento de control por parte de poderes fácticos globales, sobre los estados nacionales.
La Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático inicia el año 1992 con una “Convención Marco” (1), que en forma general y abstracta reconoce el daño al planeta como problema a resolver por la comunidad internacional, atribuyendo diversos niveles de responsabilidad según la cantidad de emisiones contaminantes de gases efecto invernadero, generadas por cada país. En 1997 se suscribió el Protocolo de Kioto, para concretar un calendario de substitución de combustibles fósiles por energías renovables, sin que en los dieciocho años de su vigencia, los Estados Unidos lo hayan firmado.
Al Protocolo de Kioto siguió el Acuerdo de París del 12 de diciembre de 2015, y a doce meses de concluir su mandato, el ex presidente Barak Obama se adhirió a dicho acuerdo por mero cálculo electoral. El Acuerdo de París fue abandonado por Donald Trump en 2017 y Joe Biden retornó a él en 2021, lo que implica que durante el período de veinticinco años de vigencia de ambos tratados, el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de Paris, los Estados Unidos han participado solo tres años. La superpotencia se ha sustraído a la agenda ecologista impuesta a otros países y en cambio, ha trabajado con denuedo para lograr y mantener su autosuficiencia explotando combustibles fósiles.
Hoy día los Estados Unidos se han convertido en proveedor de sus aliados europeos flagelados por la escasez que provocan las sanciones impuestas a Rusia por la guerra de Ucrania, lo que permite a EU obtener enormes ganancias y mantener a los países de Europa bajo su control económico y político. Lo anterior fortalece la teoría de que dicho conflicto armado es parte de una guerra comercial en la que los Estados Unidos han eliminado a Rusia de la competencia por el mercado energético europeo.
El caso es que la Conferencia Sobre el Cambio Climático COP27 llegó a su fin en un ambiente de “confianza rota”, como fue descrito por el Secretario General de la ONU Antonio Guterres. La falta de conclusiones hizo necesario que las reuniones se prolongaran hasta la madrugada del domingo pasado, culminando en lo que se dice es “un acuerdo que establece un mecanismo de financiamiento para compensar a las naciones más vulnerables por los daños causados por los desastres climáticos…”. La conclusión que antecede sigue siendo inconcreta, en forma indebida prioriza la reparación de los daños en vez de evitarlos, y carece de un análisis sobre lo que interesa, que es la medición del avance en la ruta hacia las energías verdes (2).
Las vicisitudes relatadas confirman el acierto de la actual política energética de México, que basa su abasto energético en los combustibles fósiles. Al mismo tiempo, nuestro país se prepara a su propio ritmo para aprovechar las energías renovables de cara al futuro, a pesar de que la disposición de éstas depende de un desarrollo tecnológico cuyo calendario y costo son de pronóstico reservado.
(1) Convención Marco de la Conferencia sobre el Cambio Climático, del año 1992.
(3) Si desea más información sobre el tema de las energías renovables en relación a México, consultar mis artículos ¿Se Rajó el Gringo? y El Litio Sobre la Mesa, en este mismo Blog. Archivo Adjunto.
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