La actual injerencia de los Estados Unidos en el proceso para elegir Presidente de la República en Guatemala, revela la existencia de una crisis en el sistema democrático a nivel mundial incluyendo a México, que tiene su origen en la guerra institucional desatada entre los titulares de los poderes constituidos de los Estados, que desborda el orden jurídico.
El día 20 de agosto pasado, tuvo lugar la segunda vuelta en las elecciones presidenciales de Guatemala, en las que resultó ganador con el 60.9 % de los votos, Bernardo Arévalo, candidato del Partido Semilla que hoy día denuncia un golpe de estado, que a su decir es operado desde las propias instituciones. El candidato triunfador es considerado adverso a la oligarquía local que controla aquel país por medio de una burocracia corrupta que hace un mal uso del sistema de división de poderes desde la Suprema Corte de Justicia y abusa de la condición autónoma de la Fiscalía General (1).
En Guatemala existe un conflicto social entre quienes mantienen el actual estado de cosas, y quienes buscan un cambio a partir de combatir la corrupción y reducir la pobreza. Guatemala modificó su Constitución bajo lineamientos de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que con el pretexto de fortalecer la democracia y los derechos humanos impone a los países miembros sistemas de control de los actos de autoridad, mediante organismos autónomos en exceso, que a su vez reclaman su propia parcela de imperio, lo que propicia que poderes fácticos contrarios al bien común secuestren a las instituciones e inmovilicen a las autoridades elegidas en las urnas, causando una guerra burocrática de pronóstico reservado (2).
En el caso de Guatemala a raíz de impugnaciones hechas por los partidos y candidatos derrotados, la Suprema Corte de Justicia suspendió la calificación de la elección en comento, a pesar de que el Consejo Electoral ya certificó su legalidad. En ese mismo tenor la Suprema Corte dictó otra resolución en contra de veintitrés diputados del Partido Semilla que fueron electos desde la primera vuelta, a los que se les impide actuar en el Congreso, lo que es señalado por el candidato ganador como golpe de estado, en la medida en que el máximo Tribunal contraviene la voluntad soberana del pueblo expresada en las urnas.
En tal escenario el Secretario de Estado de los Estados Unidos Antony Blinken declaró su simpatía por la causa del presidente electo Bernardo Arévalo, cuyo espaldarazo fue secundado por el Secretario General de la OEA Luis Almagro, lo que se entiende dado el control que ejercen los EEUU sobre la OEA, y es consistente con la crisis política similar que contamina la política estadounidense hasta el día de hoy en torno al fraude electoral al que atribuye Donald Trump su derrota en 2020, y por añadido indica que el choque entre instituciones al interior de los Estados democráticos, es un problema a nivel mundial,
Es difícil emitir un juicio sobre lo que pasa en Guatemala, pero la crisis está a la vista, como también están a la vista las injerencias de los EEUU y la OEA, que con independencia de que se consideren justas resultan preocupantes, por la intromisión que implican en la política interna de Guatemala. En México padecemos una guerra institucional semejante, y lo que ocurre en Guatemala nos advierte de lo que puede pasar aquí en las elecciones del año entrante, si fallamos en el manejo de nuestros asuntos internos.
(2) Si deseas algunos ejemplos de la guerra de instituciones en México, te ofrezco mis artículos Orden Jurídico Arrasado, Nuevo León en Crisis y Fiscal tras las Rejas.
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