El reto esencial para la humanidad en el año 2025, se plantea en el seno de la globalización entre dos tendencias, la que busca imponer un gobierno mundial único y hegemónico, y la que propone construir un poder multipolar a nivel internacional por consenso, sobre una base de respeto a la soberanía de los estados y a la identidad particular de las comunidades nacionales.
Quienes encarnan la primera postura son los Estados Unidos y sus aliados europeos sin embargo, el propósito de establecer un Gobierno Mundial deriva de un acuerdo entre los dueños de las grandes corporaciones económicas y financieras representadas en el Foro de Davos, que operan por encima de los Estados Nacionales, incluidos los EEUU. Así las cosas, el pueblo y la estructura de gobierno de los EEUU son instrumento de dominación en manos de los Globalistas Internacionales.
La propuesta de construir un poder mediante acuerdos multilaterales por bloques regionales o de interés particular de los participantes, es sostenida por Rusia y China, potencias vencidas en la batalla económica y cultural de la Guerra Fría. En esta idea coinciden diversos países de América Latina, Asia y África, pero en virtud de lo abigarrado de las agendas internacional y nacionales, la multiplicidad de los intereses en juego, la universalidad de lo humano, así como la naturaleza de la globalidad, los bandos resultantes son múltiples y las líneas de frontera son flotantes y difusas.
Dentro y fuera de sus fronteras cada Estado Nación y cada hombre y mujer de nuestro tiempo, enfrenta una agenda temática compleja de acuerdo a su propia identidad, circunstancia e historia, lo que en lugar de plantear un escenario maniqueo de malos y buenos como en la Guerra Fría, implica una convivencia intricada y revuelta como la del Trigo y la Cizaña (Mateo 13, 24-43). Un ejemplo lo ofrece México que participa con los EEUU en un proceso de integración económica y social, pero se mantiene firme como Estado Soberano al tiempo que cultiva relaciones múltiples con otros países.
Es normal que los Estados Nacionales tengan intereses diversos frente a la Comunidad Internacional y en consecuencia, lo natural es que la idea de un Orden Multipolar prevalezca sobre el llamado Gobierno Mundial. Lo dicho es congruente con la Doctrina del Bien Común que supera la confrontación dialéctica entre Individuo y Sociedad, mediante la conciliación de los intereses en conflicto aplicando los Principios de Solidaridad y Subsidiariedad.
En el plano internacional el Principio de Subsidiariedad exige el respeto a los Estados Nacionales como primera instancia de competencia, en su papel de comunidades intermedias que existen entre el individuo y la sociedad universal y por ende, los intereses del Estado Nación prevalecen sobre la pretensión de un gobierno hegemónico mundial. Ninguna persona o sociedad particular en la actualidad, escapa a la decisión que tal disyuntiva exige.
El mismo Elon Musk inserto en el equipo de Donald Trump, sostiene su propio conflicto con el Foro Económico de Davos, la entidad más relevante de la globalidad, buscando sustraer a sus empresas del dominio de la oligarquía global (1). A ello corresponde que el sudafricano inmigrado a los EEUU haya trasladado sus empresas de California a Texas, se haya lanzado a la lucha política directa y hoy día sostenga su propia agenda, como indican sus ideas particulares sobre el tema migratorio que dividen al movimiento trumpista (2).
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