La iniciativa de reforma constitucional en el rubro de Energía Eléctrica del Presidente López Obrador, que fue rechazada en la Cámara de Diputados el domingo pasado, dio lugar a un episodio de confrontación que revela que los bandos en pugna por el poder político en nuestro país, apuestan a la polarización emocional, a despecho de la razón y la lógica jurídica.
La Iniciativa Presidencial no buscaba restaurar el monopolio de estado que existía antes de la reforma de Peña Nieto, ni volver a prohibir la inversión privada en el sector eléctrico, sino fijar a nivel constitucional un límite del 46 por ciento a la participación del capital privado en el mercado de energía eléctrica del país, reservando el estado para sí, el otro 54 por ciento. En realidad no es necesaria una Reforma Constitucional para que el Gobierno imponga el límite referido o cualquier otro para regular el mercado, por lo que es de suponer que la intención del Presidente haya sido la de establecer una definición política dentro de la Constitución, para fortalecer un marco legal ordinario que ya existe.
En efecto, el artículo 28 párrafo cuarto de la Carta Magna funda la constitucionalidad del control que ejerce el Estado y ha ejercido desde 1917 en la materia, al considerar que: “no constituirán monopolio… las funciones que el Estado ejerza en la planeación y control del sistema eléctrico nacional, así como el servicio público de transmisión y distribución de energía eléctrica…”. La función referida fue manipulada durante la corrupta administración priísta de Peña Nieto, en aras de un gran negocio para algunas empresas extranjeras, con las que se pactaron contratos que el actual Gobierno Federal cuestiona porque a su juicio, fueron celebrados en fraude y perjuicio del patrimonio nacional. Litigar sobre la licitud o ilicitud de tales contratos, es lo que procede en un sistema de derecho.
López Obrador inició ante el Congreso de la Unión una reforma a la Ley de la Industria Eléctrica de Peña Nieto, que fue publicada en el Diario Oficial el 9 de marzo de 2021, cuyos términos actuales son suficientes para posicionar a la Comisión Federal de Electricidad en el control del mercado. La reforma en comento fue impugnada por un grupo de Senadores de oposición ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, lo que dio origen al Juicio de Controversia Constitucional 64/2021, que fue resuelto hace dos semanas el 7 de abril de 2022, en una sentencia mediante la cual, la Suprema Corte sostiene la constitucionalidad de la ley impugnada.
El Tribunal Pleno reconoció la constitucionalidad de las disposiciones que definen tanto los contratos de cobertura eléctrica en diversas modalidades, así como los criterios que la Reforma López Obrador establece sobre la factibilidad técnica para el acceso a las redes, asignación y despacho de energía. En cuanto a las supuestas violaciones al principio de libre competencia, la Corte desestimó la acción y por añadido, la Sentencia determina que las normas impugnadas no implican daño al medio ambiente y no pueden ser analizadas a la luz del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), por tratarse de un acuerdo comercial que no contiene normas sobre Derechos Humanos (1).
En otras palabras, existen en nuestro sistema instrumentos legales para mantener puertas abiertas a la inversión privada, y al mismo tiempo evitar la formación de un oligopolio eléctrico privado que domine el mercado y fije los precios de modo unilateral, en un escenario en el que la incapacidad del sector público haga imposible que el Estado ofrezca contrapeso, como ocurre hoy día en España y el resto de Europa. Opino que este sistema mixto que limita la inversión privada es el correcto; los motivos que tengan el Partido Morena y la oposición del PRIAN para abordar el debate con la vehemencia visceral de la que hemos sido testigos solo ellos los conocen, pero es claro que tienen que ver con la sucesión presidencial de 2024.
Ante el espectáculo ofrecido en la Cámara de Diputados el domingo pasado, vale recordar la Fábula de El Parto de los Montes, que relata que en otro tiempo los montes daban señales de parir y los hombres esperaban el parto con mucho miedo y asombro por los ruidos y temblores de tierra, y al final resultó de aquel parto un inofensivo ratón. La moraleja de la Fábula invita a desechar temores infundados pues el mayor peligro, lo implica el miedo irracional que al peligro se le tiene.
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