El cese al fuego asumido por Israel en la guerra contra el Pueblo Palestino es una burla, porque ocurre cuando ya no hay a quien dispararle y matar; las poblaciones han sido arrasadas, el territorio ocupado y los palestinos, seres humanos invisibilizados, han sido exterminados o arrojados de sus hogares como parias, a morir de hambre y sed en el desierto.
Como ocurre desde que el Estado Judío fue creado a modo de enclave imperial de Inglaterra y Estados Unidos, Israel se consolida sobre territorios previamente conquistados y logra una expansión adicional, como pasó en las guerras del Sinaí en 1956, de los Seis Días en 1967, del Yom Kippur en 1973, etcétera. En cada caso el pretexto es combatir el terrorismo al tiempo que éste es alentado a tras mano por el propio Sionismo, para construir el próximo casus belli a la medida de cada ocasión, en que los adversarios de Israel enfrentados entre sí, caen redondos en la provocación una y otra vez.
El ataque sorpresivo sin sentido militar ni político, perpetrado por Hamas en contra de la población civil judía el 7 de octubre de 2023, abrió la puerta para que Israel emprendiera una guerra de exterminio desplazando a 2 millones de palestinos y causando al menos 45 mil muertes. La cifra oficial de muertos no es creíble, porque el escaso resultado del cómputo se estrella con imágenes que han dado la vuelta al mundo, que muestran la destrucción total de las ciudades y la tierra arrasada y además, porque la cuenta no incluye a los muertos por inanición y enfermedades, sobre todo niños y niñas, fruto del bloqueo de la ayuda humanitaria.
Israel avanzó ocupando no solamente la Franja de Gaza, sino amplias regiones fronterizas de Líbano y Siria, aprovechando la precariedad del Estado en el primer caso y la caída de Bashar al Asad en el segundo. El delirio expansionista de Benjamín Netanyahu plantea un peligro de guerra mundial que amenaza a todos los pueblos de la tierra, y así lo hizo ver en forma desafiante el Primer Ministro Israelita en la Asamblea General de las Naciones Unidas ONU, en su discurso del 27 de septiembre de 2024, que provocó que la gran mayoría de los embajadores presentes abandonaran el recinto.
Pese al cese al fuego y a que ya no hay a quién matar ni que destruir en Palestina, el ejército judío sigue disparando a todo lo que se mueva entre los escombros e inicia incursiones a Cisjordania. Se trata de la antesala hacia nuevas agresiones que aguardan para estallar como bombas de tiempo, entre el deterioro del resto de los países de la región, la pugna por el poder de los grupos que aspiran a llenar el vacío que deja en Siria el régimen caído, y la presencia de bases militares de Estados Unidos, Rusia, Irán, Turquía, etcétera, que integran un coctel incendiario de pronóstico reservado.
Esta enésima agresión de Israel y sus aliados al Pueblo Palestino. es un salivazo en el rostro de la Humanidad, del que quedan para el anecdotario la participación del Secretario General de la ONU Antonio Guterres, poco eficaz pero con algún significado testimonial positivo y la intermediación de Catar y Arabia Saudita que hicieron el ridículo. Los esfuerzos de Sudáfrica ante la Corte Internacional a raíz de los cuales, Benjamín Netanyahu ha sido declarado genocida y criminal de guerra, salvan el decoro, trascienden a la posteridad y mantienen la esperanza (1).
(1) Si deseas más información sobre este tema, te ofrezco mis artículos Aventura Sangrienta, Holocausto Palestino, Planeta en Llamas, EEUU de rodillas y Luz en la obscuridad.
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