La propuesta de López Obrador en el sentido de que México y Estados Unidos deben atender la cuestión migratoria, atacando el problema desde sus causas en los países de origen, ha entrado de lleno en la contienda por la Presidencia de los EEUU a raíz de una declaración estridente de Donald Trump según la cual, “no daría a México ni diez centavos…”.
El planteamiento hecho por México no es nuevo y ni siquiera es idea original del Presidente López Obrador. Se trata de una propuesta solidaria y de sentido común, que tiene antecedentes tanto en la Alianza Para el Progreso de tiempos de John F. Kennedy (1961) como en otra iniciativa más reciente hecha en 2019 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (SEPAL), organismo dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuya iniciativa apoyó México como miembro que es de dichos organismos internacionales.
La ponencia de la CEPAL (1) propuso un fondo de diez mil millones de dólares que a lo largo de cinco años serían aportados no solo por Estados Unidos sino por otros países, incluido México, para el desarrollo de los países más pobres de Centro América y el Caribe. En su reacción histérica provocada por un entrevistador de Fox News que lo cocoreó al respecto, Trump dio por sentado que López Obrador estaría pidiendo para México esa cantidad, cuya falsedad ofrece un botón de muestra sobre el mal desempeño del medio de comunicación y del casi Candidato Republicano que basa su discurso en el escándalo y la provocación.
Los Estados Unidos no apoyaron la propuesta de la CEPAL hecha en 2019 sin embargo, dos años después, el Gobierno de Biden accedió invertir en Centro América dos mil millones de dólares cada año, durante los cuatro años de su gestión, en tanto que el Gobierno de México mantiene programas sociales en dichos países y construyó grandes obras en el Sureste Mexicano para crear un polo de desarrollo que favorece a toda la región central del Continente. Este impulso que fomenta el arraigo de las personas en sus territorios de origen no ha rendido los frutos esperados, porque los EEUU dejaron de cumplir su parte al embarcarse en la guerra de Ucrania, a un costo veinte veces superior tan solo en dinero.
Volviendo al discurso de Trump, es cierto que los políticos suelen decir una cosa en campaña y hacer otra en ejercicio del cargo, pero proponer un muro fronterizo para satisfacer la estrategia mediática del candidato en busca de un voto mórbido, es una perversa necedad. La estridencia de las declaraciones de Trump en el marco de la competencia electoral dificulta analizar con mesura y sentido de humanidad y de justicia el problema migratorio y con mayor razón en un escenario en el que el periodismo trascendente brilla por su ausencia, y prevalecen los medios de comunicación asociados a intereses particulares y a poderes fácticos.
Resulta igualmente inconcebible la oposición despiadada y obtusa a que los países ricos compartan su prosperidad en apoyo solidario a los países pobres, porque mientras haya diferencias sociales abismales en América Latina y exista la necesidad de inteligencia y mano de obra migrante en el país receptor, los Estados Unidos seguirán siendo un imán y ningún muro detendrá el flujo. Basta observar la realidad para constatar la proliferación de bandas criminales que han hecho del tráfico y la trata de personas un negocio billonario transnacional, que tiene en jaque a la seguridad nacional de los propios EEUU.
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