La advertencia hecha por el gobierno de China a los Estados Unidos, con la que el canciller Zhao Lijian previene: “no jueguen con fuego porque se van a quemar…”, es un paso más en la escalada de violencia verbal entre ambas potencias que amenaza tornar en conflicto bélico, como lo indica la experiencia actual de la guerra en Europa, que inició con provocaciones reiteradas de los Estados Unidos y los países de la OTAN, a las que Rusia respondió con la invasión a Ucrania.
El desacuerdo ocurre con motivo del anuncio del viaje oficial a Taiwán de Nanci Pelosi, Presidenta de la Cámara de Representantes en los Estados Unidos, cuya visita realiza en contra del parecer de Pekín, y margen de los canales diplomáticos que existen entre su país y el gobierno de la República Popular China y sin la aprobación de Pekín (1). Lo anterior es consecuencia de la forma en que los Estados Unidos y sus aliados configuraron y se repartieron el mundo al término de la Segunda Guerra Mundial, en cuya operación quedaron cabos sueltos que hoy amenazan a la seguridad del planeta.
La Isla de Taiwán está a 180 kilómetros del continente; ha sido enclave de comercio mundial y crisol de culturas desde el Siglo Dieciséis, y aunque fue territorio de la China Imperial hasta 1895, en ese año la Isla fue cedida a Japón por el tratado que puso fin a la guerra Chino Japonesa. Al término de la Segunda Guerra Mundial en el Tratado de San Francisco celebrado en 1945, Japón renunció a la soberanía de Taiwán y en 1949 la Isla se convirtió en refugio de la China Nacionalista presidida por Chiang Kai-shek, después de haber sido derrotado en una lucha entre facciones revolucionarias en la que Mao Tse-tung obtuvo el control del territorio continental para la República Popular China, o China Comunista.
Las constituciones de los dos regímenes incluyen la pretensión de soberanía sobre ambos territorios, el continental y la isla, lo que es la esencia de la disputa, porque implica que cada una de las partes se reserva el derecho de invadir a la otra. A la muerte de Chiang en 1975 y de Mao en 1976, cobró impulso el proceso diplomático que inició el presidente Richard M. Nixon para sacar a China de su aislamiento, y en 1979 los EU movieron los hilos para expulsar a Taiwán de la Organización de las Naciones Unidas, con lo que la entonces China Comunista asumió en el organismo la membresía y un sitio en el Consejo de Seguridad, al tiempo que los EU y la propia ONU aceptaron la política de “una sola China”.
La rehabilitación internacional de la República Popular China y la aceptación de “una sola China” son la negación misma de Taiwán como entidad política, pero un tratado de asistencia militar entre los Estados Unidos y Taiwán, mantiene a Washington con un pie en el conflicto. Existen de hecho dos formas de gobierno distintas en dos partes territoriales diferentes de lo que se supone es “una sola China”; en el Continente un régimen capitalista de estado impera sobre 1,400 millones de personas en un territorio 5 veces mayor que el de México y en la pequeña Isla, cuya superficie es la mitad del territorio de Nayarit, rige un estado liberal sobre 23 millones de habitantes.
El reconocimiento de “una sola China” fue visto como una traición de Estados Unidos, porque rompe los compromisos contraídos en 1949 con el Gobierno y el Pueblo de Taiwán, aunque no falta quién lo justifique con el argumento del mal menor y con la excusa de que la política es la ciencia de lo posible. Se entiende que por la asimetría de “ambas Chinas” el gobierno que representa a la gran mayoría de la población y controla la mayor parte del territorio tenga representación en la ONU, pero nada justifica que Taiwán siga excluido de la ONU y carezca de reconocimiento pleno como estado soberano, lo que tiene remedio mediante un acuerdo de política realista (realpolitik), en el que cada parte abandone su pretensión sobre el territorio de la otra.
Los Estados Unidos impulsaron la conversión al capitalismo de lo que fue la China Comunista y las élites de occidente se han enriquecido a placer con ese gran negocio; China también se beneficia y hoy día tiene el primer lugar en intercambio comercial con los EU, lo que genera una absurda paradoja, porque junto a los grandes intereses comunes, la potencia de Norteamérica insiste en que China es su más grande enemigo estratégico. Como pasó en Ucrania estamos frente a una paz imperfecta, lo cual es preferible a la mejor de las guerras.
(1) El Gobierno Chino dice a EU, no jueguen con fuego.
(2) Para mayor información sobre este tema, te invito a que accedas a mi artículo “Tambores de Guerra”, publicado en este mismo Blog Archivo Adjunto.
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