La escandalosa posibilidad de una intervención militar de los Estados Unidos a territorio mexicano, generó una declaración conjunta de ambos gobiernos la semana pasada, en la que con acierto abordan el problema del narcotráfico como una responsabilidad compartida.
El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, generó en los Estados Unidos una legislación que autoriza al gobierno a intervenir militarmente en otros países, en cuyo suelo se desarrollen actividades terroristas que pongan en riesgo la seguridad nacional de los EEUU. Con ese pretexto en sus días como presidente del vecino país, Donald Trump lanzó la amenaza de una operación militar en México, tendiente a combatir y desarticular los cárteles del narcotráfico.
La amenaza repercute hoy día, porque algunos legisladores del partido de Trump están exigiendo que el actual Gobierno Demócrata realice la invasión que no se atrevieron a perpetrar los republicanos, por lo que es claro que tal exigencia irresponsable, se utiliza como mera arma retórica en la disputa por la Presidencia de EEUU del año entrante. La amenaza también intoxica nuestra vida pública, porque algunos Representantes Republicanos al Congreso echan toda la culpa del narcotráfico a México, y no faltan compatriotas nuestros que acarician la posible intervención militar, como oportunidad para que el gobierno de López Obrador colapse.
La posibilidad de una invasión militar de los EEUU a México es creíble, porque la Historia Universal enseña que el ser humano es capaz de caer en los peores niveles de perversidad por el solo afán de dominio, con el añadido de que nuestra Patria ha sufrido en carne y territorio propios los efectos devastadores de la vocación imperial que alienta el Tío Sam. En el terreno de la seguridad mundial la posible invasión plantea un riesgo enorme, dado que el narcotráfico no reconoce fronteras, y en dicha actividad participan organizaciones criminales internacionales que operan desde países que tienen diferencias políticas y comerciales con los EEUU, como China, India y Afganistán entre otros.
La invasión militar en este caso equivale a prender fuego a la casa del vecino para apropiarse de ella, a riesgo de que la conflagración destruya el objetivo y el fuego se propague y arrase también la casa del incendiario. Además no tendría sentido que los EEUU se echaran a cuestas la “misión imposible” de asimilar por esa vía a una población de ciento veinte millones de mexicanos, estando en marcha una integración cultural y económica que a pesar de la relación asimétrica de ambos países, estamos construyendo en un marco de mutuo respeto a la soberanía de ambos Estados.
El embajador Ken Salazar reconoce que la invasión militar no es la solución para “desmantelar los cárteles” y tiene razón (1), porque en los últimos sesenta años los cárteles mexicanos han sido desmantelados y se han vuelto a regenerar muchas veces, sin otro resultado que aumentar la violencia y la inseguridad. La lucha contra el narco no es tarea exclusiva de cada Estado, porque se trata de un problema común que exige una atención conjunta, como quedó claro en la conferencia entre López Obrador y la asesora en seguridad de la Casa Blanca, Elizabeth Sherwood-Randall (2).
México debe proteger sus fronteras, y los EEUU deben frenar el tráfico de armas a nuestro país. En ambos lados de la frontera corresponde sostener la lucha cultural y social en contra del consumo de drogas porque a fin de cuentas, dicho mercado ilícito de ambición, degradación y muerte, es el motor que impulsa al narcotráfico.
(1) Opinión del embajador de los EEUU en México Ken Salazar, sobre el tema.
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