El anuncio de los Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europea y la Comunidad Británica de Naciones, en el sentido de poner un tope al precio del petróleo ruso, constituye una medida contraria al principio de libre mercado que pregonan occidente y el bloque de empresarios globalistas, cuya violación revela que la guerra en Ucrania, tiene un motivo liso y llano de dominio económico.
La decisión decretada la semana pasada fue recibida por el Kremlin con una expresión de rechazo y una advertencia de posible escasez, según la cual Rusia podría dejar de surtir petróleo en la cantidad que le fuera requerida a precio controlado. Para reforzar su posición en el mercado e impulsar a la baja el precio del crudo, los Estados Unidos incrementaron sus inventarios de gasolinas y destilados, con la intención de provocar un impacto negativo en las monedas de los países productores de petróleo.
No obstante que algunos sectores de prensa calificaron el referido impacto monetario como “caída histórica”, en el caso de México la depreciación fue mínima; el peso perdió 13 centavos en el mercado mundial de divisas, lo que en la ventanilla de Banamex ubicó el valor de venta en 20.27 pesos por dólar. Lo anterior quiere decir que el valor de nuestra moneda se mantiene estable, en el rango variable en el que ha estado los últimos cuatro años y por otra parte, muestra que el control de precios del petróleo decretado puede resultar inútil y hasta volverse en contra de los intereses de los países que lo impusieron.
Como suele ocurrir con tales controles, el tope establecido al precio del petróleo ruso ha fomentado el mercado negro a través de la llamada “Flota en la Sombra” (1), que no es otra cosa que un moderno contingente pirata en virtud del cual, buques sin bandera llevan petróleo al mercado internacional. Esta forma de comercio informal de petróleo no es nueva y suele aparecer de modo intermitente; en esta ocasión la Flota en la Sombra impulsa la demanda de barcos especiales para las aguas gélidas del Mar Báltico, lo que ha elevado el costo de tales equipos, incluso en mal estado de conservación.
La prensa señala a Rusia como responsable, pero lo cierto es que en la medida en que el destino del petróleo pirata es el propio mercado de Europa, la ocasión ofrece una oportunidad de lucro para que concurran agentes libres y hasta los mismos países que impusieron el precio tope. Esta modalidad de mercado negro es aceptada por occidente como válvula de escape para el caso de que las cosas se pongan críticas en el invierno europeo; los propios países aliados que decretaron el tope de precios anuncian con cinismo que nada harán para impedir el tráfico informal de petróleo ruso, pero que los buques navegarán a su riesgo, por lo que la alianza se reserva para tolerar o intervenir a conveniencia.
Lo dramático es que el pueblo ucraniano está sufriendo por esa causa mezquina, porque en su territorio se libra una guerra en la que los Estados Unidos y la OTAN ponen las armas y los ucranianos son carne de cañón. Occidente renueva sus inventarios de armas convencionales y barcos chatarra y los Estados Unidos se erigen en el proveedor eminente de petróleo en Europa, lo que confirma que la guerra fortalece el poderío político y económico de los EEUU, y hace evidente que la provocación frente a Rusia previa a la invasión, para convertir a Ucrania en base de la OTAN, fue un mero pretexto y la primera causa del conflicto armado.
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