La apreciación del peso frente al dólar genera escozor en los adversarios de López Obrador, obsesionados con verlo fracasar, y no reconocen que este gobierno ha mantenido disciplina en las finanzas públicas, ha puesto freno a especuladores y cambistas y ha orientado la política de comercio internacional al bien común de los mexicanos.
La fuerza del peso se debe en gran parte al crecimiento de la inversión directa que ingresa a nuestro país por el “nearshoring”, que consiste en el movimiento generalizado de empresas de diversas partes del mundo que mudan sus plantas fabriles, para estar cerca del mercado de los EEUU. La tendencia es resultado de la guerra comercial China-EEU, pero está claro que estas empresas deciden invertir en México por las ventajas comparativas que ofrece, pues de no existir éstas, se instalarían en Canadá.
En efecto, además de la cercanía con EEUU y una acertada gestión del Gobierno para atraer inversiones, México ofrece infraestructura sólida, profesionistas capaces y mano de obra calificada, lo cual permite una pronta y eficaz integración de las nuevas empresas. Otra de las causas que se atribuyen a la apreciación del peso son las atractivas tasas de interés que se pagan a los ahorradores en México, en comparación con las que ofrece el vecino país, con el añadido de que las recientes alzas en las tasas de interés decretadas por la Reserva Federal en EEUU, no han detenido la caída del dólar.
También contribuye a fortalecer el valor de nuestra moneda el aumento del ingreso por remesas de dinero procedentes de los Estados Unidos, cuyo importe que es fruto del trabajo de mexicanos, es enviado por éstos a sus familias en México. Abundan expresiones del todo equivocadas que denigran este fenómeno de transferencia de riqueza como si fuera una limosna para nuestro pueblo, y una vergüenza para el gobierno mexicano.
Es verdad que nuestros paisanos cruzan el Río Bravo en busca de puestos de trabajo que aquí no consiguen sin embargo, la aportación mexicana del factor humano generado en nuestras familias y capacitado en nuestras escuelas, es parte del proceso de integración económica y social entre dos pueblos que comparten territorio continental. La presencia de los trabajadores mexicanos en los EEUU fortalece la economía de aquel país pero también la nuestra, porque aparte de las remesas, en el proceso de integración macroeconómica, el beneficio de uno de los dos países redunda en provecho del otro.
Los críticos insisten en que el superpeso impacta al Presupuesto de la Federación que calcula los ingresos por exportaciones sobre un tipo de cambio determinado, que al variar en favor del peso hace que los dólares que ingresan valgan menos en pesos, y su importe pudiera no alcanzar para cubrir el gasto presupuestado. Este argumento es falso, porque no considera que la balanza comercial México-EEUU determina en gran parte el tipo de cambio entre ambas monedas, lo que implica que hoy día pagamos un precio menor en pesos por los bienes importados, incluidos los insumos tecnológicos, lo que significa un ahorro que aumenta nuestra capacidad de pago.
Como botón de muestra, la fortaleza del peso resulta conveniente para México en cuanto a la importación de alimentos y gasolinas, porque precios más bajos de estos productos de consumo básico compensan a nuestro favor y equilibran la balanza, lo que contribuye en forma directa al bien común, y ayuda a contener la inflación alentada por la pandemia y la guerra de Ucrania.
Tras 47 años de devaluaciones y fluctuación negativa, es legítimo que celebremos la fortaleza de nuestra moneda, aunque sin echar campanas al vuelo, dada la situación política y económica inestable que impera a nivel mundial.
0 comentarios