El ultimátum del presidente López Obrador al proyecto Agua Saludable para la Laguna, establece un parteaguas que pone en manos de autoridades y ciudadanos de la Comarca Lagunera, la gestión decisiva de la propuesta presidencial, que tiene por objeto poner fin al problema ancestral de contaminación del agua potable con altos niveles de arsénico, y la dotación del líquido elemento para consumo humano, en cantidad suficiente y libre de dicho contaminante.
Después de cuarenta años de padecer y quejarnos del problema de arsénico en el agua en la región lagunera, por primer vez el Gobierno Federal propone una solución viable y pone disponibles los recursos para su ejecución, con el resultado absurdo pero que no sorprende, de encontrar una oposición que rechaza el proyecto. En la reunión del domingo pasado los gobernadores de Coahuila y Durango reiteraron su apoyo al Presidente en el discurso, lo que significa que conocen el proyecto en sus detalles y se hicieron asesorar por expertos que se supone confirmaron su solidez técnica y su compatibilidad ecológica, pues de lo contrario, lo habrían objetado o habrían sugerido cambios.
Sin embargo están en trámite juicios de amparo ante el Poder Judicial de la Federación, promovidos por un grupo de ecologistas; reclamos de campesinos que temen ser afectados en sus derechos de agua, y existe otra vertiente que exige que la obra se cancele, y que primero se detenga la explotación del acuífero subterráneo por encima de los niveles de recarga, por considerar que el abatimiento de los mantos, es la causa de la contaminación. Es cierto que la extracción inmoderada del subsuelo es la causa de la alta concentración de arsénico en el agua sin embargo, en el supuesto de que de un día para otro fuera posible detenerla por arte de magia, la recuperación de los mantos a niveles que reduzcan el arsénico, hasta llegar a una proporción que no resulte dañina, tardaría por lo menos quince años. .
La lucha por la recuperación del acuífero profundo debe continuar, pero en una línea que no impida que en el corto plazo tengamos agua saludable para consumo humano, como propone y pretende la iniciativa presidencial. Algunos opositores procuran de modo obsesivo el linchamiento de los productores lecheros de la región con el objeto de generar un conflicto entre éstos y el Presidente de la República sin embargo, la explotación inmoderada del acuífero debe ser combatida con un plan que brinde alternativas a la producción agropecuaria, clave en la economía de la región, con independencia de que además se castigue la extracción ilegal de agua del subsuelo.
La cerrazón de los opositores preocupa pero no extraña, porque López Obrador y su propuesta de cambio han enfrentado un discurso irracional y de odio, alentado por quienes añoran la corrupción imperante en el viejo régimen. A ello responde el doble juego del gobernador Miguel Riquelme cuando apoya el proyecto ante los reflectores, y alienta a la oposición desde su costosa nómina de comunicadores a sueldo, mediante una estrategia de pinza; su primer objetivo es hacer fracasar el proyecto y de no ser posible, vender su apoyo mediante la exigencia de recursos para administrarlos tan mal, como lo han hecho en Coahuila los tres gobiernos emanados del PRI de los Moreira hasta nuestros días.
El Presidente ha sido claro y contundente, y resulta pertinente el llamado que hace a las autoridades locales de Coahuila y Durango, para que concilien con los opositores, y a éstos para que desistan de los amparos, o la obra no se hará. Dada la magnitud y complejidad del proyecto, la ruta que propone López Obrador al respecto es la correcta; se ubica en el marco del principio de subsidiariedad, que es uno de los ejes rectores del Bien Común, en la medida en que el Presidente deja en manos de los gobiernos locales y de la sociedad civil de la Comarca, la decisión de continuar con el proyecto, o bien cancelarlo, a despecho de que sigamos bebiendo agua escasa y contaminada.
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