La elevación del aborto a “derecho humano” de la mujer, decretado por el Estado Francés a nivel constitucional, revela que existe una tendencia al suicidio colectivo, tanto de la sociedad como del propio estado, no solo en Francia sino en todo el mundo (1).
La Reforma votada en el Parlamento Francés la semana pasada, ocurre a pocos días de los cierres de carreteras y toma de calles en diversas ciudades del país galo, por agricultores hartos de las medidas económicas impuestas por la Unión Europea, cuyas protestas aún persisten en España y Alemania. La consagración constitucional del aborto se advierte como una estrategia política que ofrece al gobierno de Emmanuel Macron una bocanada de oxígeno, al congraciarse con el capitalismo global que se empeña en reducir la población mundial utilizando el aborto y cualquier otro medio que fuere.
Se entiende el reclamo por despenalizar el aborto para excluir del castigo de prisión a la mujer que se arranca al hijo que lleva en sus entrañas, lo que suele ocurrir por motivos de necesidad y vulnerabilidad extremas, con el añadido de que existe la experiencia de que la penalización al aborto no solo no resuelve el problema de fondo sino que lo agrava. Pero de ahí a erigir el aborto como un presunto “derecho humano” de la madre, que resulta oponible al derecho superior a la vida del hijo que está en formación en su vientre, es por decir lo menos un error jurídico histórico, cuyas consecuencias demográficas están a la vista.
En efecto, la obsesión de reducir la población del planeta como solución al problema alimentario, hizo entrar a diversos países del mundo y en específico a los europeos, en una contradicción irresoluble. Por una parte existe el temor a los inmigrantes al ser percibidos como una amenaza y un peligro para la cohesión social, la identidad nacional y el estado democrático y por otro lado, opera una tendencia en contrario alentada por ambiciones de corto plazo, que considera a los inmigrantes como un activo barato para los mercados laborales nacionales.
La paradoja que antecede tiene su origen en la caída de la tasa de natalidad en Europa, lo que ocasiona una creciente oferta de trabajo insatisfecha, por escasez de recursos humanos nacionales disponibles, lo que entre otros males, ha llevado a la quiebra a los sistemas de pensiones en Francia y otros estados. Esta necesidad de cerebros y mano de obra opera como imán de la inmigración calculada en 87 millones de extranjeros instalados en la Unión Europea, según estadística del año 2020, que ha quedado muy atrás por causas recientes, como lo es la guerra de Ucrania que por sí sola, ha generado 4 millones de inmigrantes.
Los países de occidente adoptaron el sistema del Derecho Romano que reconoce existencia jurídica desde la concepción al “nasciturus”, que quiere decir “el que está por nacer”, lo que en el caso de México se refleja en el artículo 1314 del Código Civil Federal, que instituye el derecho a heredar cuyo titular es el individuo en gestación. Lo anterior plantea otra contradicción más, porque la Ley reconoce al “nasciturus” el derecho patrimonial de recibir herencia, en tanto que se le niega el primero y más valioso de los derechos que es el derecho a la vida, el derecho de nacer (2).
(2) Si deseas más información sobre el tema, te ofrezco mis artículos Cuestión de Vida o Muerte y Derecho a la Vida, en este mismo Blog Archivo Adjunto.
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